El mundo maker abrió una nueva
etapa en la manera de entender la educación: pensar haciendo. La educación
actual se mueve con la lógica del siglo XVIII, los alumnos son tratados como
iguales. Pero iguales en el peor sentido de la igualdad. Tan iguales que requieren,
se interesan y deben comprender exactamente los mismos contenidos. Iguales que
no importa cuál sea su sesgo de gusto, su capacidad o habilidad innata, deben
aprender el mismo programa.
Llegó la hora dar un paso más
allá en la educación. Hoy la tecnología permite que lo igual sean las
oportunidades de desarrollo y no el contenido. El contenido se puede ajustar
para que los que aprendemos se adapte a nuestras necesidades generando un
impacto mucho mayor. Esta lógica es la lógica maker. La lógica del idear,
diseñar y hacer, que puede aplicarse en cualquier ámbito de la educación
impactando directamente en el manera de pensar de los chicos (y no tanto).
La lógica maker, y su
materialización a través de makerspaces o laboratorios abiertos, como NETI, estimula el
emprendedurismo, potencia la creatividad, estimula la colaboración y, al final
de cuentas, tiene un impacto directo en la creación de valor.
Los makerspaces demuestran que
existe un camino posible entre una idea descabellada y su realización. Gracias
al acceso a la tecnología y el conocimiento, los talleres abiertos cambian el
juego y permiten ejecutar la lógica de ideación local con impacto global.
Poner talleres
completos a disposición de chicos, adolescentes y adultos jóvenes hacen que las
mentes creativas sean aún más creativas, no dando ni siquiera la posibilidad
de pensar en barreras de acceso a la realización de sus ideas.
Además, la concentración de ideas
que se da en los makerspaces y la diversidad de perfiles (diseñadores,
curiosos, ingenieros, expertos, novatos) obligan a la colaboración. Para hacer productos
de alto impacto es necesario sumar distintas ramas del conocimiento, visiones
complementarias e ideas disruptivas. La colaboración es uno de los principios
fundamentales sobre los que florecen estos talleres.
Estas características desembocan
indefectiblemente en innovación genuina. En el desarrollo de productos de
impacto que surgen de la creatividad y la necesidad local, que llevan el sello
de la forma de ver el mundo de sus creadores. De los talleres abiertos pueden
surgir productos, emprendedores,
empresas y patentes, mostrando un impacto social positivo tangible y medible.
La educación maker permite que lo
igual sean los valores y no el conocimiento. No hace foco en si todos saben
electrónica o informática. Concentra su poder en que todos sean creativos,
sigan sus proyectos, quiten de sus cabezas las barreras de acceso a la
tecnología y se concentren en las soluciones y no en los problemas.
Alejandro Repetto
@ajmerepetto