lunes, 3 de septiembre de 2012


Nos ignoran

Pasado el día de la industria, el país que soñaron Savio y Mosconi se quedó en esa época. Estancado en los 40’s. La última inversión industrial real llegó al país en los 90’s de la mano del, perdón por la palabra, liberalismo de aquellos muchachos de la escuela de Chicago. Desde hace más de una década que la industria argentina se limita a una decena de grandes fábricas que hacen productos de calidad, pero no son suficientes como para impulsar un país. Y, para peor, las políticas impredecibles hacen que hasta estas empresas sufran problemas a diario.

El bienestar provisto por la bonanza de la soja no hizo más que tapar la deficiencia productiva de un país que tiene todo para dar. Mientras nuestros vecinos reinvirtieron “el viento de cola” en innovación y producción, nuestra política (porque nos guste o no es nuestra) se limitó a repartirlo en el cortoplacismo busca-voto.

Hoy habla nuestra magmánima. Seguro repetirá una y otra vez los grandes logros de nuestra industria. Lanzará, quizás, un plan del tipo “tostadoras para todos” que nunca se llevará a cabo. Hará hincapié en lo estúpidos que son los españoles y hasta quizás haga algún chiste de mal gusto sobre el primer ministro Monti. Pero la realidad, fuera del frasco, más allá de las zonceras de Aníbal o la politiquería del Cuervo Larroque intentando lavar cabezas en los jardines de infantes, es que para el resto del mundo no existimos.

No existimos ni para bien ni para mal. Nos dieron por perdidos. No nos critican ni nos alagan. Pero, lo más triste, es que no piensan en nosotros como un país con una mínima probabilidad de prosperar. En el mundo hablan de hacer inversiones en Latinoamérica. Ven el potencial y los recursos. Cuando se refieren a Latinoamérica, sin embargo, la gran mayoría de los casos incluyen Uruguay, Chile, Perú y Brasil. Estos países pueden variar, pero nunca mencionan Argentina.

Las inversiones de las que hablan son en innovación, en tecnología de punta. Desde nanotecnología hasta bioingeniería. Inversiones que tienen la enorme ventaja que son 80% en entrenamiento de recursos humanos y un 20% en infraestructura. Es decir, inversiones que hacen crecer a la gente del país y ponen a las naciones en la vanguardia. Dan el poder a los estados de progresar de manera exponencial.

Ningún país progresó (ni probablemente vaya a progresar) usando economías lineares. Cultivar soja, producir autos, o sacar caños sin costura. Son todas industrias dignas y necesarias pero, salvo alguna hecatombe, no permitirán el despegue. Para avanzar no hay que separarse del mundo. Esa idea jamás funcionó y los estados que lo intentaron no hicieron más que pegarse la cabeza (la cabeza de todos sus habitantes) contra la pared. El camino es la innovación. Poner tecnología en manos de la gente y dejarla vivir libre.

Las personas libres son creativas y la creatividad es el mayor recurso de las sociedades prósperas. Limitar los recursos, querer organizar las agendas, las billeteras y las vidas de los individuos no hacen más que llevar a un país de zombies miserables. Miren Corea del Norte, miren Cuba, miren Venezuela. No lleguemos a eso. El mejor intento que podemos hacer es involucrarnos todos. Cuantos más seamos peleando desde adentro, comprometidos por un progreso real, más probabilidades de éxito tendremos.

Alejandro Repetto
@ajmrepetto

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